¿Qué impulsa la expansión de plantas de licuefacción de gas metano (GNL) en México?



Esta herramienta brinda una radiografía de la expansión de los proyectos vinculados con el transporte y transformación del gas metano en México. Con esta infraestructura (compuesta principalmente de gasoductos y terminales de licuefacción) se pretende convertir a México en una nueva plataforma para la exportación del gas metano estadounidense, un hidrocarburo producido mediante fractura hidráulica (fracking) y cuyo transporte dejará múltiples daños ambientales y sociales en México.


Por medio de textos, gráficas y mapas este storymap brinda respuestas a preguntas como ¿qué es el gas metano y de dónde viene?, ¿ para qué se usa y cuáles son las causas geopolíticas que están detrás de la expansión en su consumo en México? ¿Qué está detrás de la intención de re-exportar este gas desde México y cuáles son las implicaciones que esto tendría para México y las comunidades directamente afectadas? ¿Por qué Estados Unidos coloca sus plantas de GNL en México y no en su país?



Investigación y cartografía: Luis Fernando Pérez Macías, José Rafael Flores, Susana Isabel Velázquez Quesada y Yannick Deniau.

Diseño de plataforma: Iván Martínez Zazueta (Geografía Septentrional).

Publicación: Febrero 2025.

¿Qué es el gas metano y porqué es importante ponerle atención desde México?


El gas metano es el principal componente del llamado “gas natural” y, pese a tener hasta 30 veces más capacidad de calentamiento global que el CO2, su uso en la matriz energética mundial ha aumentado 67% en las últimas dos décadas, siendo tramposamente promocionado como un “energético limpio”.

El gas metano es un hidrocarburo, y el principal componente del llamado gas natural. En rangos típicos, el gas metano representa del 80 al 90% del gas natural, un gas que, además del metano, también contiene etano, propano, butano, además de impurezas y algunos hidrocarburos más pesados que, a temperatura ambiente, tienen forma líquida. El gas metano también es la principal materia prima del proceso de síntesis del amoníaco, un procedimiento que, en la actualidad, es la base a partir de la cual se obtienen casi en su totalidad todos los fertilizantes nitrogenados del mundo (Smil, 2012). Pero además de esto, el gas metano es un energético. Como tal, es llamado gas seco, y se utiliza para la generación electricidad o se emplea de forma directa como fuente de calor en la industria y hogares.

Este gas fósil, aporta el 23% de toda la energía primaria que se consume a nivel global, lo cual lo posiciona como el tercer energético más consumido en el mundo, sólo después del petróleo y el carbón, cuyas participaciones en la matriz energética mundial ascienden aproximadamente al 32% y 26%, correspondientemente (Energy Institute, 2024). Además, de entre todos los combustibles fósiles, el consumo de gas es el que más ha aumentado a lo largo de las últimas dos décadas, sólo entre los años 2000 y 2023 dicho consumo se expandió en un 67%, mientras que el asociado al carbón y al petróleo lo hizo en un 66% y 27%, respectivamente (Energy Institute, 2024). El incremento en el consumo de gas se debe, entre otros factores, a un mayor uso de metano en la generación eléctrica y a la expansión de la producción industrial. Pero, si es tan importante en la matriz energética, ¿por qué el gas metano nos resulta casi desconocido?

Desde finales del siglo XX, frente al aumento en la temperatura del planeta provocado por la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) derivadas principalmente del uso de combustibles fósiles (IPCC, 2023), algunas agencias de energía han promocionado al gas fósil como la fuente de energía “limpia” que permitirá llevar a cabo una “transición” hacia sistemas energéticos con menores emisiones de carbono (IEA, 2019) y, con ello, el metano se ha convertido en la mercancía favorita de las empresas petroleras para expandir sus negocios y lavar su “reputación ecológica”. La tesis de la cual se desprende la idea de que el gas es una “energía limpia”, parte del hecho de que, en comparación con otros combustibles fósiles, el gas metano emite una menor cantidad de CO2 por cada unidad de energía que se libera del mismo. Sin embargo, su capacidad para impactar el clima no es nada menor: Aunque el tiempo de vida de una molécula de metano en la atmósfera es de alrededor de una década (algo menor comparado contra los cientos de años que puede persistir el dióxido de carbono en la misma), su capacidad para absorber calor es mucho mayor. Como efecto neto de dicha situación, se tiene que el metano tiene un potencial de calentamiento global (GWP por sus siglas en inglés) que es entre 20 y 30 veces mayor que el del CO2 (EPA, 2024). Lo cual, quiere decir, que una tonelada de metano emitida a la atmósfera tiene el mismo efecto de calentamiento que la emisión de 20 a 30 toneladas de dióxido de carbono. La capacidad de calentamiento global del metano lo posiciona, sólo después del CO2, como el gas de efecto invernadero que más ha contribuido al cambio climático. Tan es así, que, por sí solas, las emisiones de gas metano a la atmósfera son responsables de entre el 20% y 30% del incremento observado en la temperatura del planeta desde la revolución industrial que comenzó alrededor del año 1750 (NASA, 2022). Es tal la magnitud del impacto climático del gas, que se ha estimado que la fuga a la atmósfera de apenas el 2 o 4% del gas metano producido en el mundo, sería suficiente para eliminar todos los beneficios que se pueden alcanzar en cuanto a reducción de emisiones de CO2 (Smil, 2021). Investigaciones como la de Robert Howarth, así como otros científicos como Hayhoe y Yuzhong Zhang, han mostrado que el conjunto de fugas de gas (en los pozos de extracción, en el sistema de transporte como ductos, barcos metaneros, terminales de almacenamiento de GNL, así como la infraestructura de distribución urbana y la de procesamiento industrial de gas), lanzan a la atmósfera suficiente cantidad de metano como para considerar a la industria del gas en su conjunto, como la responsable del 35% del incremento mundial de las emisiones de metano a la atmósfera entre el año 2005 y el 2015. Considerando que el metano tiene un efecto invernadero mayor al del CO2, las emisiones totales provocadas por la industria del gas, sin restringirlas al momento inmediato de la combustión son mayores que las del carbón y el diésel (Howarth, 2014).

Los impactos del gas metano no se reducen a sus efectos sobre el clima. Hay que considerar también los múltiples impactos generados durante su extracción, más aún en su modalidad de explotación sobre los llamados recursos petroleros no convencionales como el shale gas. La extracción de gas implica, entre otros, los siguientes efectos: un consumo excesivo y contaminación de agua, deforestación masiva, pérdida de hábitats naturales, incremento de los impactos del cambio climático por cambio de uso de suelo, derrames de hidrocarburos y otros fluidos tóxicos, contaminación de suelos, emisión directa e indirecta de gases de efecto invernadero por fugas, quemas y venteo de gas, además de un alto consumo de electricidad, impactos por contaminación visual y auditiva, producción de grandes cantidades de desechos líquidos y sólidos, inducción de sismicidad, afectaciones a la infraestructura vial por los requerimientos de transporte de materiales y agua, entre otros (Mehany & Guggemos, 2015; Castro et al., 2018; Villalobos-Hiriart et al, 2020; Zhang et al., 2021).

Aunado a lo anterior, el gas metano tiene también impactos sobre la salud humana, entre ellos, el ser un precursor del ozono troposférico, el cual se estima es responsable a nivel global de 1 millón de muertes prematuras al año asociadas con enfermedades respiratorias (CCAC, 2024), además de que, durante su extracción, se producen compuestos orgánicos volátiles (COV) como el benceno, tolueno, etil-benceno y xileno, los cuales además de ser tóxicos en general, constituyen un riesgo especial para las personas gestantes pudiendo afectar al desarrollo saludable del feto (Llano & Flores, 2023).

Frente a todo esto, resulta claro que presentar al gas metano como un “gas limpio” es, por decir lo menos, tramposo. Si bien para algunos es atractivo sustituir el uso del petróleo y carbón con gas metano, reducir los impactos del uso de cualquier fuente de energía a la llamada “métrica del carbono” (Moreno et al., 2016) constituye una sobresimplificación de la crisis ambiental y no sólo climática del mundo en la actualidad. Considérese que esta crisis ya ha sobrepasado 6 de los 9 límites planetarios por encima de los cuales se pone en riesgo la capacidad del planeta para sostener la vida humana (Richardson et al., 2023). La crisis a la cual hoy nos enfrentamos tiene como origen los requerimientos materiales y energéticos que se desprenden de la expansión continua y sostenida de la producción y consumo capitalista, así como de los desechos y emisiones que resultan de la misma.

Sabiendo esto, ya tenemos argumentos para decir por qué es importante seguirle la pista al gas metano. Sin embargo, para México, reconocer el impacto ambiental de este gas no es la única razón para ponerle atención. Hay además una dimensión geopolítica y de subordinación económica en las formas en que, desde hace más de dos décadas, nuestro país se ha convertido en un gran consumidor de este gas fósil.

¿De dónde proviene el gas que consumimos en México?


México importa de EEUU el 86% del gas que consume para producir electricidad y abastecer algunas industrias. La construcción de México como un gran mercado de consumo del gas estadounidense ha profundizado la dependencia energética en nuestro país, al tiempo que ha contribuido a la construcción de la seguridad energética de los Estados Unidos y a la rentabilidad de sus empresas, al reducir las pérdidas que los productores de petróleo no convencional tienen por la sobreproducción de grandes volúmenes de gas asociado a la extracción de petróleo.

En México, las importaciones de gas metano se han multiplicado por 46 durante los últimos 30 años y, desde 2016, el país importa más de este energético que el que produce en su territorio. Para el año 2023 las importaciones de gas metano promediaron 6,141 MMpcd, lo que significa que el 71% de la demanda de gas en el país se cubrió con gas importado. Si en este cálculo no consideramos la demanda que tiene Pemex de este hidrocarburo, la dependencia del gas importado aumenta al 86%.

Importaciones de gas metano (Gas seco), Producción de gas metano y Oferta de gas metano


Fuente: EIA, IMP, CNH. Unidades: Millones de pies cúbicos diarios [MMpcd].

Si en el territorio mexicano casi no se produce gas, ¿de dónde viene el que importamos? Del total de las importaciones de gas metano que realiza México, el 99% provienen de Estados Unidos y, en específico, de los campos al sur de ese país, en Texas. Es desde cuencas como Permian, Eagle Ford y Haynesville, de donde se extrae el gas shale que abastece la demanda en México.

Producción de Gas en Cuencas Permian, Haynesville y Eagle Ford - Exportaciones a México


Fuente: EIA-1 e EIA-2.

Como vemos, en México no sólo se ha incrementado el consumo de gas, sino que el gas que consumimos es estadounidense, y es gas shale. Nada de esto es casualidad. El consumo de gas estadounidense en México es clave para entender la producción de recursos no convencionales del país vecino. En la actualidad, México es destino del 30% del total de las exportaciones de gas desde Estados Unidos y, desde el 2015, nuestro país se ha convertido en el mayor destino de las exportaciones estadounidenses de este gas, nuestro consumo ha sido una válvula de escape para la producción de gas no convencional que, de otra manera, tendría que ser quemado, venteado o dirigirse a otros mercados más distantes, todo lo cual, implica la construcción de infraestructura para ello.

Porcentaje de las exportaciones totales de metano desde EEUU por país de destino


Fuente: EIA.

Decíamos ya que México es destino del 30% del total de las exportaciones de gas desde Estados Unidos, sin embargo, nuestro país constituye el principal mercado de las exportaciones que EEUU hace por gasoducto pues, en este sentido, absorbe el 70% de las mismas, mientras que Canadá recibe el 30 % restante. Actualmente, el 64% de todo el gas importado por México mediante gasoductos,entra al país por 4 puntos principales: 1) Camargo, 2) Matamoros, 3) Ojinaga y 4) San Isidro. El 36% restante de estas importaciones ingresan al país por alguno de los otros 17 puntos identificados en el mapa siguiente (Mapa 1).

Un ejemplo que nos muestra la importancia de México en el sostenimiento de la producción de fósiles no convencionales en Estados Unidos, es lo que ocurre en la Cuenca Pérmica (Permian Basin) localizada en los estados de Texas y Nuevo México. Aunque la producción de petróleo en esta cuenca había alcanzado su pico máximo de producción durante la segunda mitad de los años 70 del siglo pasado, la introducción de nuevas técnicas de producción, como perforación horizontal y el fracturamiento hidráulico, la han convertido en una de las principales zonas productoras de petróleo del país vecino y en el mundo, al permitir la explotación de los recursos petroleros no convencionales shale oil. En 2022, la producción de petróleo en esta cuenca representó el 44% del total producido en todo Estados Unidos y, junto con este boom del petróleo no convencional, se ha dado un aumento exponencial en la producción de gas asociado al mismo. El incremento en la producción de gas que ha tenido esta cuenta, ha sido de tal magnitud que, para el 2022, el 17% del gas producido en EEUU provenía de esta región y hoy la región de El Permian es la mayor productora de gas asociado en los Estados Unidos. Sin embargo, tener mucho gas asociado no es suficiente para sacar provecho económico de él, para ello las empresas requieren mercados que lo consuman y, de preferencia, mercados cercanos. Durante 2024, la falta de capacidad de transporte para gas en la región del Permian ha provocado que ocurra algo que parece inaudito: que se vean precios negativos en el gas. Esto se genera cuando la sobreoferta obliga a que los productores tengan que pagar para deshacerse del gas producido. Ante dicha situación, la construcción de nuevos gasoductos hacia México, y en México (como el de Sahuaro, en EEUU, que en México toma el nombre de Sierra Madre) se toman de suma importancia para los productores de hidrocarburos no convencionales de la zona. En promedio, entre 2020 y junio de 2024, la cantidad de gas exportada a México fue equivalente a casi el 20% del total de gas shale que producido en Texas y, si solo se compara contra la producción que proviene del Permian este valor asciende, en promedio, al 43%.

Producción de gas shale seco por cuenca en EEUU, y en México


Fuente: EIA.


El mercado del gas fósil en México es importante para que la producción de hidrocarburos no convencionales se mantenga en Estados Unidos y, en México, se ha dicho que es un gran negocio para el país el poder abastecernos con gas “barato” de nuestro vecino y aliado comercial. Sin embargo, estos precios (que varían dependiendo de la oferta y la demanda, así como del contexto geopolítico y económico) han mostrado una tendencia a la alza:

Entre 2020 y 2022, el promedio del precio de exportación del gas metano transportado por ducto en los Estados Unidos se multiplicó 3.5 veces, lo que provocó que en 2022 el valor de las importaciones hechas por México hayan alcanzado récords históricos, cuando según el Banco de México, se pagaron 13,768 mdd. Esta no fue la primera vez, años antes, en 2018, ya también se habían roto los precios récord por compras de gas metano, con un desembolso de 7,325 millones de dólares (mdd), y nada nos asegura que estas cifras no vuelvan a superarse en próximos años.

Como vemos, las exportaciones de gas hacia nuestro país constituyen una salida importante para el gas que se produce en los Estados Unidos y sin la cual la extracción de petróleo en aquel país mediante fracking sería menos atractiva para los capitales involucrados. Por estas razones, podemos afirmar que la pérdida de soberanía energética en México ha contribuido a la construcción de la seguridad energética de los Estados Unidos.

Fuente: EIA, CNH, GeoComunes, NASA.

Del total de las importaciones de gas metano que realiza México, el 99% provienen de Estados Unidos y, en específico, de los campos al sur de ese país como Permian, Eagle Ford y Haynesville.

En la actualidad, México es destino del 30% del total de las exportaciones de gas desde Estados Unidos, sin embargo, nuestro país constituye el principal mercado en cuanto a exportaciones por gasoducto pues en este sentido absorbe el 70% de las mismas, mientras que Canadá recibe el resto.

Un aspecto importante sobre estas importaciones de gas es que para 2024 el 64% de las mismas entra al país por cuatro puntos principales: 1) Camargo, 2) Matamoros, 3) Ojinaga y 4) San Isidro. El 36% restante de las importaciones de gas ingresan al país por alguno de los otros 17 puntos reconocidos.

El papel del gas en la matriz energética de los países


La dependencia que México tiene del gas es relevante a nivel mundial. El desequilibrio que existe entre producción y consumo de gas en México sólo tiene paralelismos con lo que ocurre en los países de Europa occidental.

El protagonismo que ha recibido el gas fósil dentro de la matriz energética de México llama la atención por dos aspectos. El primero, porque el hecho de que el 42% de la energía primaria consumida en el país sea gas metano, contrasta mucho con la dependencia que otros países tienen de este mismo recurso. Incluso en países que producen gas metano en sus territorios como Estados Unidos o Canadá, el peso del gas en sus matrices energéticas apenas alcanza una participación del 34% y 31%, respectivamente.

La dependencia que México tiene del gas es el doble de lo que ocurre en todo el conjunto de países de Europa, en donde el gas representa poco más del 21% del consumo energético primario; y si comparamos a México con la región de América Latina, también encontraremos que sobresale. Aunque en la región existen países con niveles de consumo de gas superiores o iguales al mexicano, tal es el caso de Trinidad y Tobago (88%), Argentina (44%) o Venezuela (42%), en su conjunto, dentro de la región de América Latina el gas sólo satisface el 19% de la demanda de energía primaria.

El segundo aspecto que llama la atención sobre la importancia del gas fósil en la matriz energética mexicana está en la relación con su disponibilidad interna. La matriz energética de México es singularmente dependiente del metano, y esto es más llamativo porque no es un país productor de dicho gas. Durante 2023, la producción de gas en México solo fue equivalente al 36.5% del consumo, mientras que en países como Estados Unidos y Canadá, la producción interna supera a su consumo. Incluso, en los países latinoamericanos antes mencionados, con altos niveles de peso del gas metano en su consumo energético, se tiene una situación similar: son productores autosuficientes o incluso excedentarios del gas que consumen. Trinidad y Tobago produce 1.5 veces el gas que consume y Venezuela, por su parte, produce el gas equivalente al total consumido. Sólo en el caso argentino la producción interna resulta de gas menor a la que observamos en su consumo pero, incluso ahí, los valores de dependencia del mercado exterior son mucho menores que lo observado en México, pues en Argentina la producción de gas equivale al 98% de la demanda interna.

El desequilibrio que existe entre producción y consumo de gas en México sólo tiene paralelismos en lo que ocurre en los países de Europa occidental, en donde la producción alcanza un nivel equivalente apenas al 44% de los requerimientos de gas de la región.

El gas metano en la matriz energética por país


Fuente: Energy Institute


En cuanto a generación de electricidad, el caso mexicano nuevamente resalta por su alta dependencia del gas metano, pues en este sentido se tiene que en el año 2023 el 57.7% de la energía eléctrica en el país fue generada a partir de gas, mientras que en países como Canadá y Estados Unidos esta participación solo alcanzó niveles del 14% y 43%, respectivamente (Energy Institute, 2024). En el sur del continente americano también se tienen casos de alta dependencia, como el argentino en donde el gas tiene una participación relativa en la generación de la electricidad del 51.8%, sin embargo, también hay otros, como el brasileño, en donde el gas solo tiene una aportación marginal, en este caso del 5.3%. En promedio, en la región centro y sur del continente americano se observan niveles del 16% para la generación de electricidad con gas. Esta última cifra es similar a lo observado en toda la región europea en donde el gas llega a participar con el 16.7% de la energía empleada para generar electricidad.

Generación de electricidad a partir de gas metano por país


Fuente: EIA.


En qué se usa el gas en México


El gas es la fuente de energía secundaria de mayor consumo en México, representando casi la mitad (48.9%) del consumo energético total. La mayor parte del consumo de para las actividades industriales.

En México, el consumo de gas fósil representó en el año 2023 el 42% de toda la energía primaria consumida, lo cual coloca a este recurso en el segundo lugar en cuanto a participación dentro de la matriz energética primaria, solo después del petróleo que tuvo una aportación relativa del 45% (Energy Institute, 2024).

Consumo de energía primaria en México


Fuente: Energy Institute.


La predominancia que ahora tiene el gas en el consumo energético en México se hace aún más evidente al considerar la energía fósil secundaria, que es la energía que ha sido transformada para satisfacer una necesidad de consumo final (por ejemplo, la energía eléctrica, el gas seco, la gasolina, etc.). Así, considerando la energía secundaria, durante 2022 (SENER, 2022), el gas metano -o gas seco- resulta ser el energético de mayor consumo con una participación del 48%. Por detrás del gas se encuentran las fuentes derivadas del petróleo como los querosenos (2.4%), el diésel (12.9%), la gasolina (22.4%), el coque de petróleo (2.2%) y el combustóleo (3.5%), que en su conjunto alcanzan el 43.4% del consumo. Sólo si se incluye al gas L.P. (5.5%) junto con los demás derivados del petróleo se supera la importancia del gas metano al alcanzar estos derivados en su conjunto niveles del 48.9% de participación.

Consumo de energía secundaria en México antes de transformación


Fuente: Planeas con datos del Balance de Energía SENER 2022.


A diferencia de lo que ocurre con las gasolinas, el diésel y la turbosina, cuyo uso se encuentra concentrado casi en su totalidad dentro del sector transporte, el gas metano presenta una mayor participación dentro de todos los sectores económicos de manera directa o indirecta. El 60% del gas metano es empleado para la generación de electricidad, mientras que el 40% restante se utiliza de forma directa en el conjunto de los sectores económicos, principalmente en el petrolero (29%) y el sector industrial (10%).

Consumo de gas metano en México


Fuente: Planeas con datos del Balance de Energía SENER 2022.


Es importante identificar que la industria en México es el tercer sector que más gas metano consume de manera directa. Este tipo de actividades realizan un consumo de este gas como fuente de energía, pero algunas como la industria petroquímica y la de fertilizantes, también lo consumen como materia prima para la producción química, de plásticos y fertilizantes. Según los datos del Sistema de Información Energética (SIE), en los últimos 10 años el consumo de este hidrocarburo ha incrementado en actividades como la producción de vidrio, de cemento, de acero y aluminio, en la industria química, así como para la producción de papel, cartón, alimentos y textiles. Estas industrias, en conjunto con la producción petroquímica, demandan el 84% de todo el gas metano que la industria utiliza. En el sector minero, según datos de la CAMIMEX, el gas metano representó en 2022 el 16% del consumo energético total de las empresas afiliadas a CAMIMEX: es el tercer energético usado por la industria minera después de la electricidad (52%) y el diésel (31.3%).

Gran parte de la industria que se ha instalado en México en los últimos 30 años, está dirigida principalmente a la exportación, siendo Estados Unidos el principal destino de estos envíos (a este país se dirigen el 82% del valor del total de las exportaciones). Estas actividades industriales, además de ser grandes consumidores de gas metano, demandan también mucha electricidad para la producción mercantil, lo que ha colocado al sector industrial como el mayor consumidor de electricidad (60%) en México, la cual en su mayor parte es generada con gas metano. De esta manera podemos afirmar que la producción industrial de exportación es uno de los principales factores que han empujado la gasificación del sector eléctrico, y el incremento de la demanda de gas metano en México.

Fuente: EIA, CNH, GeoComunes, NASA.

El gas que México importa por medio de una nueva red de gasoductos privados sirve principalmente para producir electricidad por medio de centrales de Ciclo Combinado y térmicas o de combustión.

Estas centrales eléctricas están ubicadas alrededor de las grandes urbes y a lo largo de los principales corredores industriales para responder en primer lugar a la gran demanda eléctrica de este sector.

La gasificación del subsector eléctrico


La firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha impulsado un proceso de privatización y de “gasificación” del subsector eléctrico. Actualmente tres cuartas partes de la generación eléctrica en el país dependen del gas metano, un insumo que se importa, lo que representa una grave dependencia y un riesgo para la estabilidad del Sistema Eléctrico Nacional.

La “gasificación” de la generación de electricidad en México comenzó con la firma del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y, desde entonces, el predominio del gas metano en la matriz eléctrica nacional es cada vez mayor: la generación eléctrica es actualmente la actividad que más gas metano consume y la mayor parte de esta generación eléctrica (el 58% del total) depende del consumo de este gas.

Generación eléctrica por energético


Fuente: Energy Institute


En México, el 40% de toda la capacidad para generar electricidad que opera hasta la fecha son centrales eléctricas de Ciclo Combinado, las cuales consumen gas metano para generar actualmente el 59% de toda la electricidad del país. Otro 17% de toda esta capacidad eléctrica del país la conforman centrales termoeléctricas convencionales y de turbogas, las cuales consumen gas metano como principal insumo energético, aunque no de manera exclusiva, ya que algunas de estas centrales también hacen uso de combustóleo o diesel. Con toda esta capacidad instalada que hace uso de gas metano, se generan tres cuartos de la electricidad en el país (ciclos combinados 59% y otras térmicas 12%).

Generación de electricidad por tecnología


Fuente: PRODESEN 2024-2038


Esta gasificación del sector eléctrico ha significado, en términos territoriales, la expansión masiva de dos infraestructuras que han transformado la geografía de la energía en el país: las centrales de producción de electricidad llamadas Ciclos Combinados y los gasoductos. Pensándolo desde ahí, podemos reconocer que esta dependencia es difícil de revertir a corto y mediano plazo, ya que las centrales eléctricas a base de gas metano son las que más se han instalado en los últimos 15 años y la continuidad de su instalación apunta a seguir encadenando por varias décadas más las finanzas y el futuro energético del país a este hidrocarburo.

El círculo de la dependencia y la externalización de los costos (ganancias / impactos)


El masivo y creciente volumen de las importaciones de gas metano en México responde al modelo económico con el que se ha organizado la producción, distribución y consumo de bienes en el país, centrado en la exportación de mercancías, creando un círculo vicioso de dependencia y de externalización de los costos, donde las ganancias se exportan y los impactos se quedan.

Con la firma del TLCAN, en México, el privilegio que había tenido el transporte privado basado en el consumo de gasolina y diésel se consolidó mediante la ampliación de la red de autopistas y carreteras, permitiendo el incremento del transporte mercantil y la aceleración del flujo transfronterizo. A la par de este proceso tuvo lugar el crecimiento del tamaño de las ciudades, lo que elevó la demanda de petrolíferos, al tiempo en que la producción nacional de gasolinas y diésel fue disminuyendo debido a una política de abandono de las refinerías. Esta situación derivó en el incremento de las importaciones de combustibles desde Estados Unidos, país al que México siguió exportando una buena parte de la materia prima para producirlos: el petróleo que extrae del subsuelo. Para sostener la extracción y las exportaciones de este hidrocarburo, en México se comenzó a re-inyectar en los pozos gran parte del gas metano que salía de los pozos petroleros, lo que disminuyó la disponibilidad de este hidrocarburo gaseoso justo en el momento en que se fue expandiendo el uso de este gas en el sector eléctrico nacional.

En medio de este aumento en la extracción y en el consumo de hidrocarburos, solo quince años después de la entrada en vigor del Tratado, México alcanzó el pico extractivo del petróleo (en 2004) y del gas metano (en 2009), combustibles cuya demanda no ha dejado de incrementar. Con la caída de la producción de hidrocarburos en el país y el incremento de la producción del shale gas en Estados Unidos ocurrida desde la década de los noventa del siglo pasado, el rol de México como gran importador de hidrocarburos estadounidense, fue adquiriendo nuevas dimensiones. Como hemos señalado, México se convirtió en el principal consumidor del gas metano que Estados Unidos no tenía en donde colocar y, hacerlo mediante la empresa CFE fue un negocio redondo para los capitales de este país del norte. El gas que se importa del norte, siguió empujando el incremento de la generación eléctrica requerida para sostener la exportación mercantil de bajo costo desde México, una lógica atractiva para el capital transnacional que hoy se promociona desde el llamado nearshoring.

La dinámica en torno al gas metano en México hasta aquí descrita, nos muestra claramente que el consumo de gas metano se ha incrementado de manera masiva con el objetivo de generar más electricidad, principalmente para la industria de exportación que además también demanda un gran volumen de gas metano en sus procesos productivos, es decir que el masivo y creciente volumen de las importaciones de gas metano que ha tenido lugar en las últimas dos décadas, no se explica simplemente como el resultado del aumento de la demanda de este hidrocarburo en medio de un contexto de caída de la extracción local: este incremento y dependencia, responden al modelo con el que se ha organizado la producción, distribución y consumo de bienes en el país, el cual responde principalmente a los requerimientos de las empresas nacionales y extranjeras en su búsqueda de mayores ganancias. La transformación del sistema energético mexicano en las últimas décadas ha adecuado su funcionamiento a la cantidad y al tipo de energía que este modelo demanda.

En las próximas semanas publicaremos la segunda parte de este Storymap.

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